Cuando la guerrilla de las FARC, por medio de un escrito de Timochenko, su líder actual, decide pedirle al gobierno colombiano que responda por la muerte del delincuente guerrillero Alfonso Cano, es claro que el circo mediático que manejan pica y se extiende. Mientras en La Habana se cerró la primera reunión preparatoria para hablar de uno de los temas más complejos, las víctimas del conflicto colombiano (se discutirá la semana entrante), las FARC han decidió recordar a “su víctima” mayor reiterando que fue el presidente Juan Manuel Santos, en el 2010, quien ordenó la operación militar en la que murió el guerrillero.
El escrito cínicamente continúa de la siguiente manera: “Esta circunstancia constituye una violación de diversos apartados de los Convenios de Ginebra, Código Penal Colombiano, el Estatuto de la Corte Penal Internacional, así como de la Convención Americana de Derechos Humanos, ya que se trató de una ejecución”. Cuánta desvergüenza. Las ejecuciones, las violaciones, los secuestros, y los crímenes de lesa humanidad han sido el pan de cada día de los subversivos, que no han parado de cometer violaciones a los derechos humanos hasta el sol de hoy.
Los atentados terroristas a la población civil de parte de las FARC y el ELN van en aumento. El mismo presidente Santos, que en su momento no hablaba del tema en su campaña reeleccionista, lo ha aceptado la pasada semana después de un atentado en la costa colombiana del Pacífico que dejó sin electricidad a miles de personas. Hablar de que la guerrilla ha sido víctima del conflicto colombiano es igual de descarado que hablar de paz y derechos humanos desde La Habana, donde claramente se han violado todos esos en los últimos cincuenta años y más que tiene de vida la guerrilla de las FARC. Además, el gobierno en su afán de negociar ha seleccionado a una representación de víctimas con unos parámetros y hay quienes cuestionan que el grupo sea realmente representativo de lo que ha sido la era más sangrienta en la historia del país.
Es entonces cuando queda la sensación de que lo que se adelanta en La Habana echa para atrás fácilmente cuando la guerrilla hace comentarios descarados, aunque no necesariamente lo que se habla en la mesa de negociación o lo que se dice en comunicados a la prensa es lo que realmente se hace. El proceso de paz que ha manejado Santos es hermético. A esto sumémosle la visita de Nicolás Maduro este pasado viernes a Cartagena de Indias, en la que la agenda ha sido para buscar soluciones al contrabando, (los ministros de Defensa de ambos países presentaron sus informes) y la segunda ¡para estrechar lazos con los gobiernos de izquierda para hablar de paz!, reportado así por la prensa colombiana, y dicho por la canciller María Angela Holguín.
Soy complemente partidaria de que se haga la paz con la guerrilla, ojalá pronto y ojalá que los que cometieron crímenes paguen por los mismos. Preocupa un poco que para esto haya que estrechar lazos con gobiernos que expropian bienes (de los mismos empresarios colombianos, se ha dado el caso en Venezuela), se repriman los derechos humanos, se hagan trampas electorales y se enriquezcan unos gobernantes que dicen ser de izquierda y para el pueblo, y que en realidad de democráticos no tienen nada. Debe ser muy astuto el presidente Santos para manejar la situación acorde y no poner a Colombia en riesgo de que se monte en el poder un gobierno parecido a esos mismos, con los que tiene que estrechar lazos. La izquierda en Colombia debe parecerse a la de Chile, y no a la de Venezuela. Y mucho ojo, no sé qué tanto se puedan parecer guerrilleros que han cometido tantos actos terroristas a un político de una izquierda como la de Chile.
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