Mientras escribo estas líneas Colombia celebra que ha ganado los dos primeros partidos de la Copa Mundial de fútbol en Brasil. Después de un par de horas de desolación total, porque aunque es día laboral la mayoría de la gente ve el partido, ríos de personas con camisetas amarillas se ven en las calles, los autos alzando sus bocinas, casi todos unidos. Por una causa. El fútbol. Ese fútbol que aunque un juego es el sentir de un país que ha vivido más de 50 años en la violencia y que en vez de ver en la televisión noticias de secuestros, asesinatos, capos del narcotráfico y violaciones clama por ver a once hombres sanos, corriendo detrás de una pelota para que el país grite GOL. A los colombianos triunfando.
Hubo muertes violentas ligadas al alcohol y a la celebración del primer partido que Colombia jugó contra Grecia, debido a esto en Bogotá, la capital del país, pusieron el día del segundo partido, contra Costa de Marfil, la llamada ley seca, que prohíbe vender licor en los comercios. Muestras de una cultura que todavía necesita mucha educación, pero que ha cambiado. Antes perdía la selección Colombia y un jugador corría el riesgo de perder la vida. Hace veinte años la selección Colombia no tenía el mismo tipo de jugadores que tiene hoy, enfocados, trabajados, mucho más responsables y menos “estrellas’’ de esas que desafortunadamente se estrellan contra los muros cuando pasan por un minuto de fama. Indiscutiblemente Colombia es una Colombia distinta, en todo sentido. Claro que todavía hay guerra, narcotráfico y violencia, pero hoy es un país próspero y en camino a la paz.
O al menos así lo queremos creer todos los colombianos. Apoyé a Oscar Iván Zuluaga, candidato por el Centro Democrático, pero hoy entiendo que la mayoría de los colombianos optaron por el presidente Juan Manuel Santos, y por la esperanza de las conversaciones de paz con la guerrilla de las FARC. Hay que pasar la página, y entenderlo así. La oposición colombiana debe hacerse a un lado y trabajar desde el Congreso, donde es la segunda fuerza, para crear una Colombia más incluyente. Y para que el proceso de paz con las FARC concluya acorde a la no impunidad y a la organización centrada de un grupo que será incluido en nuestra sociedad.
En Colombia la guerra no ha cesado, pero en esa conversación con la guerrilla, así sea en La Habana, bajo la sombra de los dos dinosaurios Castro y sus secuaces de circo, hay una oportunidad real de que se dé el primer paso a una Colombia sin guerrilla.
Hay que aclarar que no es como dicen muchos que se van a los extremos, asegurando que el país está siendo entregado al castrochavismo. En Colombia sí existe un riesgo de que un grupo guerrillero que ha hecho un daño tremendo al país haga política. Y un riesgo de que una mala memoria haga que la gente vote por representantes de ese grupo. Pero en eso los colombianos tendrán la última palabra.
Podría existir también la posibilidad de que en un futuro quede un presidente de izquierda como Bachelet, o Humala, o Mujica, con figuras diferentes a la guerrilla (que ha sido asesina y terrorista y no me canso de decirlo). Todas esas posibilidades existen, y la historia apenas está empezando a contarse de otra manera.
Lo hecho, hecho está. Santos optó por hablar con la guerrilla pero no paró la guerra. Hay que seguir hacia adelante. Dios quiera que de una vez por todas Colombia pase de haber sido un río rojo de sangre de la guerra y el narcotráfico a un río amarillo de paz y esperanza.
Twitter @sabinacovo
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si, savina, estoy de acuerdo, es tiempo de paz, no mas guerra, al menos eres valiente y reconoces tu voto el cual no iba a ningun lado, esperemos en Dios que todo salga bien con nuestra amada Colombia.
un saludo, jota cardona