Me fue imposible hoy determinar otro tema para opinar que el de la Boda de Catherine y
William (los duques de Cambridge.) Tuve hasta una discusión con mi esposo que
es lo más terrenal que creo el universo que me dijo que le daba mareo nada más
de saber que la gente perdía el tiempo en ver la boda. Hoy les quiero confesar
que se me ha salido el romántico, y el sonador e ignore un ratito los crímenes matutinos
miamenses que usualmente captan mi atención periodística todas las madrugadas….
Duré dos hora entontada en el televisor con la belleza del momento, aunque no estoy de
acuerdo con mucho de lo que hay detrás de esta boda y si no hubiera estado
trabajando el horario de noticias de la mañana nunca me hubiera despertado a
ver la boda, obviamente era la noticia de la mañana en el mundo. Hoy no quiero
criticar la cobertura mediática que se le dio, tampoco quiero criticar si los
reyes deben seguir siendo reyes porque la realidad es que todos somos iguales,
y ya hoy en día no tienen poder gubernamental en la mayoría de los sectores del
mundo, menos puedo criticar vestidos porque no tengo idea ni de diseñadores que
estaban (aunque me gustaría saber un poco mas) ni de los que fueron,- aunque si
tengo que recalcar que los Beckam se ven preciosos donde los pongan jaja, o no?
Hay cosas que no se pueden ignorar… pero bueno, dicho esto quisiera
preguntarles a las señoras de la mesa a quienes les dieron ganas de volverse a
casar después de haber visto la boda?
Precisamente de lo que quiero opinar es de el enamoramiento detrás del encuentro y un poco
el enamoramiento de tras de la vida, y no del enamoramiento de una pareja, sino
del enamoramiento de los momentos. Ese que se nos pierde con la cotidiano, es
decir, los minutos en los que una muy buena transmisión de televisión puso a
sonar a los que suenan y a los que no, con algo. Es que cada día nos olvidamos
mas de las cositas mundanas- esas que son agradables para degustar y para vivir
minuto a minuto, ese ocio del bueno, del que no tienen explicación, que esta
tan lejos como la abadía de Westminster y que es tan hueco como una monarquía que
no sabemos muy bien para qué sirve.
Sonreír con el beso de Kate y William aunque sepamos que mañana se pueden separar, o
meterse los cachos, los hombres fantasear con que se casan con pipa middleton
la hermana de Kate que se veía preciosa, o con la Parker, o con la reina los
que alguna vez sonaron casarse con una reina sin marido, las mujeres por un
ratito sentirse princesas y transportarse a su palacio- las que les guste la
ropa sonar con ponerse uno de los tantos vestidos, o imaginarse que sentirán
esa parejita que está ahí, el uno por coincidencias del destino, y la otra por
haberse presuntamente enamorado de él. Que pasa después, ¿cómo les irá en la
noche de bodas, se tomaran sus tragos? ¿Y mañana qué? Todo eso que está oculto
en una fantasía y que tengo que se honesta, con todo y que no he sido nunca seguidora ni de la realeza
ni de la farándula, hoy me pusieron a “pendejear”.
Para los amantes de lo equino y de los caballos como yo, los caballos, todos con las
crines perfectas. La bien puesto de todo el mundo que mantiene una tradición aunque
por detrás capaz todo sea una farsa, pero lo rico que es que existan
tradiciones. Seguramente a muchos de los que conviven y no se han casado les
dieron ganas de ir a darse el beso en un altar aunque sea con cura, chaman,
notario amigo lo que sea, el simbolismo brillo el día de hoy. Hubo un momento en
que una escena mostró a toda una multitud con sus banderas y un caballo corcoveaba
delante, seguramente alguien tomo una foto en ese momento.
A la vista, todo era perfecto – ¿ojala y el mundo fuera así no? Obviamente detrás de esa
boda no hay mucho de verdad perfecto, sin embargo… no es delicioso sonar por
algunos minutos, así, ¿igualito como cuando vemos una película de ficción? No podemos
perder el enamoramiento con la vida aunque ese mismo, a veces sintamos que de real
no tiene nada. Ese fue el único mensaje que me transmitió hoy la boda real.